Las
chicas y yo bajamos del taxi que nos había traído a nuestra nueva
casa. Pagué al taxista, cogimos nuestras pertenencias y entramos en
la casa que nos habían regalado mis padres.
Una
vez más se habían pasado, la casa era preciosa y enorme, demasiado
para solo tres chicas.
En
ese momento empezó ha sonar “Say something” en mi teléfono.
“Conversación
telefónica”
-Creo
que se habéis pasado un poco con la casa.
-Pero
que dices cariño, si es preciosa.
-Si
mamá pero es demasiado grande para solo nosotras tres.
-No
te quejes tanto y dale las gracias a tu madre, por cierto ¿habéis
conocido ya a los vecinos?
-No
¿por qué?
-Es
que me he estando informando un poco y me han dicho que son unos
chicos de vuestra edad y que son muy monos.
-¡Mamá!
Por favor.
-¿Qué?
Yo solo te informaba.
-Vale
mamá, te dejo quiero ver la casa.
-Vale,
te quiero, adiós.
“Fin
conversación telefónica”
-Claudia,
Ana ¿dónde estáis?
-¡Aquí! -gritaron al unísono desde el jardín.
-¡Aquí! -gritaron al unísono desde el jardín.
Salí
al jardín y me las encontré tiradas en el césped tomando el sol.
-¿Pero
que hacéis?- dije sin poder aguantar la risa.
-Disfrutar
de nuestra nueva casa- dijo Claudia con una gran sonrisa.
-¿Quién
te ha llamado?
-Mi
madre quería saber si nos había gustado la casa.
-Le
habrás dado las gracias ¿no?- me preguntó Ana.
-Como
no, tu siempre tan educada- dijo Claudia.
-
¡Eh!- dijo Ana fingiendo estar ofendida, haciéndonos reír a
Claudia y a mí.
Así
pasamos el resto de la mañana entre risas y bromas hasta que el
timbre de la puerta nos saco de nuestro mundo.
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